KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

04

   

DENUNCIA

     

en aquel tiempo...

IGLESIAS INSTITUCIONALES


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  El pueblo judío vivía en presencia de Dios, cumpliendo preceptos y observando leyes. Entre ellos había hombres justos y había pecadores.
Hoy tenemos iglesias que viven en presencia de Dios, cumpliendo el precepto sabático y dominical, escuchando la palabra de Dios, y entre nosotros hay también hombres justos y pecadores. 

En aquel tiempo había hombres que habían consagrado su vida al estudio de las escrituras y por eso eran nombrados jefes religiosos. Sabían más que otros y eran los encargados de la dirección espiritual de todos los demás.
Hoy en día tenemos una jerarquía eclesiástica que adoctrina al pueblo, que aprueba aquello que es ortodoxo y que condena la herejía.

Dentro de este pueblo se formaban grupos, como los fariseos, que observaban la ley minuciosamente, que no adulteraban, que ofrecían el diezmo, que oraban y que hacían limosna. Trabajaban duro para atraer hacia ellos más y más hombres con el objeto de santificar el pueblo entero.
Hoy tenemos numerosos grupos que guardan las fiestas con más rigor que el resto, que estudian las escrituras hasta el último detalle, que no fornican, que reparten sus riquezas y oran sin cesar. Trabajan duro para ser cada vez más numerosos con el objeto de santificar toda la iglesia.

También fuera del pueblo judío vivían, entre otros, los samaritanos, que también adoraban a Dios, pero que estaban enfrentados a los judíos porque estos les despreciaban.
Hoy tenemos grupos, sectas y pequeñas iglesias que también se llaman cristianas, pero que no están entroncadas con las “grandes iglesias” y que son, por lo tanto, despreciadas y tachadas de heréticas.

En aquel tiempo, todo Israel estaba sometido por el imperio romano, que no creía en el Dios de Abraham sino que adoraba ídolos y sólo se ocupaba del poder mundano.
Hoy tenemos a los llamados “hombres del mundo”, que son agnósticos y ateos, que veneran el dinero, el poder mundano, el sexo y todos los demás placeres.

Llega Jesucristo y ¿contra quién arremete?
A la mujer adultera la perdona, ensalza al buen samaritano y la fe del centurión, come con pecadores, se lleva consigo a la prostituta Magdalena. Le pide agua y se sienta a hablar con una samaritana que había tenido cinco maridos.
Pero contra los escribas, sacerdotes y fariseos arremete delante y detrás de ellos, pues advierte a sus discípulos “¡cuidado con la levadura de los fariseos!”
Y los fariseos comentaban entre ellos: “éste, que se cree un santo, es un diablo”.