KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

13

   

IGLESIAS

     

de la fe a la ideología

INSTITUCIÓN


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  La religión es en gran medida una materialización racional de una realidad espiritual.
Una serie de experiencias en las que la vivencia interior tiene luego una resonancia exterior se enlazan, se combinan, y se encierran en círculos dando lugar a una propuesta religiosa.
Las doctrinas, los dogmas, la ortodoxia, todo ello es el resultado de intentar atrapar en el mundo racional y material algo que no pertenece ni a la razón ni a la materia.
Al querer asegurarlo todo dentro del plano humano, necesariamente hay que mandar callar a Dios. Porque si Dios siguiera hablando, seguramente echaría por tierra todos estos esquemas ideológicos que el hombre ha construido y en los que se encuentra relativamente seguro. 

Desde el momento en el que se produce esta desconexión con lo divino, las religiones evolucionan en el desplazamiento desde la vivencia interior pura hacia la edificación de una ideología.
Ser católico, u ortodoxo, o luterano, no se diferencia demasiado al hecho de estar adscrito a una corriente filosófica, o afiliado a una propuesta política, con el agravante de que, en las propuestas filosóficas o políticas, hay un reconocimiento implícito de que las ideas que se defienden no son verdades eternas, mientras que en la propuesta religiosa se juega con la salvación o la condenación eternas. 

La “fe” y las “creencias” son dos conceptos muy distintos, que sin embargo tienden a fundirse desde el momento en el que se utiliza la palabra la “fe” para defender sistemas sociales (como es la iglesia institucional), autoridad de las jerarquías, y dogmas.
Entre la “fe” de Abraham (la misma “fe” que predicaba Jesucristo), y la “fe” que ahora se nos propone hay una distancia abismal.
La fe se ha convertido en la obligatoriedad de mantener unos criterios, unas ideas, unas posturas. Se ha degradado el germen de la fe a la altura de lo que son las “creencias” humanas.
Entonces la fe adquiere un componente de obstinación. El hombre se esfuerza por creer en las cosas, y en estas “creencias” hay de todo menos auténtica fe. 

La fe es una fuerza que emana del interior del hombre: no es resultado de unas investigaciones lógicas ni del estudio racional de las escrituras ni de ningún libro. La fe es una fuerza que mueve al hombre a confiar en aquello que no tiene soporte racional alguno: Siente instintivamente en su interior que esa fuerza lleva la dirección de la Verdad eterna.
La fe no se materializa en ideas fijas, sino es como entrar en un torrente que nos arrastra.
La fe no se fortalece cuando es apuntalada por argumentaciones, al contrario, se debilita, porque pierde su verdadero soporte en la Verdad y se acomoda en soportes más cómodos, que le permiten al hombre salir de la incertidumbre, situarse en la lógica y, por lo tanto, apoltronarse en la inercia de unos hábitos y costumbres que no le obligan a ese continuo cambio interior. 

En la fe, el hombre habla con autoridad de cosas que no es capaz de abarcar, hace cosas que no comprende impulsado por una convicción interior y misteriosa.
Cuando todos los asideros están rotos, cuando no hay ningún resalte en el que poner el pie, el hombre de fe se sostiene. ¿Qué le sostiene? Si se detiene a investigar se sucede como a Pedro, que se hunde en el agua.
Por eso, intentar descifrar el misterio de la fe es como estar caminando sobre las aguas y mirar hacia abajo. ¿No es suficiente comprobar que no me caigo? ¿A qué afianzar lo que ya está seguro?
Pero al ser humano no le basta con ver que no se cae, necesita atrapar su propia seguridad y ponerla a su servicio.