KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

14

   

IGLESIAS

     

pontificado y autoridad

INSTITUCIÓN


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  Pedro dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo".
Esto no fue revelación de la carne ni de la sangre, sino del Padre que está en los Cielos.
Al primer apóstol que fue iluminado por el Padre, Cristo le da potestad para atar y desatar con el beneplácito del Padre. Atar y desatar es lo mismo que tener las llaves del Reino de los Cielos.

Cuando todos los apóstoles estaban reunidos en el cenáculo y Cristo llegó para infundirles el Espíritu Santo, a todos les dijo lo mismo que le había dicho a Pedro: "Lo que atareis en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desatareis en la tierra quedará desatado en el Cielo." Atar y desatar con el beneplácito del Padre es lo mismo que tener las llaves del Reino de los Cielos.

Esta idea se complementa con esta otra: "todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo que sea, tened por seguro que se os concederá."
No son ideas distintas, sino la misma idea expuesta desde dos ángulos.
Si un verdadero cristiano recibe del Padre todo lo que pida en el Nombre de Cristo, está atando y desatando. Estando el hombre en la Verdad, en íntima unión con el Padre por medio de Jesucristo, la expresión visible que quiera darle a esa Verdad interior siempre gozará del beneplácito del Padre.

¿Sería posible que un cristiano esté atando lo que otro está desatando? ¿A cuál de los dos escuchará el Padre?
Por eso dice Cristo: "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado", es decir dando la vida por sus hermanos. De esta manera se cumple: "... para que sean uno como nosotros somos uno; Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectamente uno, ..."
Lo que es perfectamente uno, no puede contradecirse a sí mismo.
 

Hay dos tipos de jerarquía perfectamente diferenciados y que no se deben confundir. Por un lado está la jerarquía institucional:
Una iglesia necesita sostener una infraestructura, debe haber personas que decidan sobre temas económicos, que convoquen reuniones, que determinen los destinos de los párrocos, las carencias de cada parroquia, etc.
Ésta es, entre otras, la labor del obispo y sus ayudantes. También las jerarquías más altas, como arzobispos y cardenales, tienen responsabilidades semejantes, que están muy vinculadas a la burocracia, la cual debe existir y necesariamente reclama un servicio por parte de los pastores de la iglesia.

Luego hay otra jerarquía diferente, que no es paralela a la anterior ni tiene por qué serlo: Ésta es la jerarquía espiritual.
Los hombres que se encuentran con Dios, que de verdad tienen una experiencia profunda de la realidad divina, tienen por ello la responsabilidad de integrarse en el mundo, y más concretamente en el mundo eclesiástico, para enriquecer y compartir esta experiencia, y de esta forma se enriquece toda la iglesia. Aquí, el hombre que se ha encontrado verdaderamente con Dios, adquiere una autoridad de otra índole: Ya no se trata de que la propia institución le nombre para un cargo, sino que su autoridad emana de sus propias palabras, que tienen el peso de la inspiración divina, y que se hacen valer por sí mismas.
No hay necesariamente una relación entre una y otra jerarquía. La autoridad de un arzobispo, por ejemplo, no tiene ninguna relación con la autoridad de un hombre que ha sido especialmente obsequiado con la Luz de Cristo. Son cosas que no se deben mezclar ni confundir.
Unos han sido llamados para una tarea, otros para otra.

El término de “sacerdote” cada vez se utiliza menos, y con razón. Se suele sustituir por el de “presbítero”. La razón es que no existe otro sacerdocio real que el de Cristo, y por otra parte la Iglesia entera es un Reino de sacerdotes, en el sentido de que todos somos expresión de Dios mismo a través de Jesucristo, de manera que no tiene ya ningún sentido separar “sacerdotes” y “fieles de a pie”. Esa diferenciación no es cristiana.

El “boddhisattva” budista tiene su lugar también dentro del cristianismo. El testimonio de los “santos” viene a ser algo así, pero no creo que esa autoridad del hombre “iluminado” que vuelve al mundo debe estar refrendada por procedimientos institucionales. Ni siquiera creo que eso sea deseable.
El hombre que tiene autoridad del Cielo, no necesita que ninguna institución se la reconozca. Éste fue el testimonio de Cristo, y este tiene que ser el testimonio de todo verdadero cristiano.