KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

15

   

IGLESIAS

     

Iglesia cristiana

INSTITUCIÓN


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  La Iglesia es la comunión que existe entre todos los hombres que tienen a Jesucristo como único Señor. No es un entendimiento humano, no se trata de la afiliación a una ideología, ni de una congregación sostenida por unas normas, ni la observancia de unos determinados ritos.
La Iglesia de Cristo no pertenece al mundo sino que es de naturaleza celestial, escapa a nuestras posibilidades de comprensión, no existe criterio humano que pueda delimitarla ni discernir lo que a ella pertenece y lo que queda fuera, porque no es obra de los hombres ni está sujeta a ninguna doctrina que los hombres puedan definir como ortodoxa.

Sin embargo esta Iglesia, que no es del mundo, está en el mundo, y por lo tanto tiene una expresión visible.
La forma es expresión del contenido y, por lo tanto, debe estar sometido a él. Cuando la forma se apropia de la primacía e intenta someter al contenido, entonces la autenticidad se evapora y aparece la falsedad y la hipocresía.
 

Dios se manifiesta como una Luz en el corazón del hombre, y entonces este hombre puede discernir lo bueno de lo malo, descubre lo que le acerca a Dios y lo distingue de lo que le aleja de Él.
Aquél que busca a Dios sin descanso, que no da un paso sin antes llenarse de su Luz, ése está adorando a Dios en Espíritu y en Verdad. No se trata de que cumpla unas leyes ni que obedezca a unas instituciones: dentro de él está la Verdad misma, no tiene que ir a buscarla fuera. Ama a Dios y por eso le obedece.

Aquellos que se han encontrado con Dios y han hablado de Él a los demás, intentan describirlo pero esto no es posible porque el encuentro con Dios es una experiencia que no puede ser transmitida por medio del lenguaje ni de ninguna imagen racional.
Pero hay una cosa que sí es posible sugerir con palabras: aquello que acerca a Dios y aquello que aleja de Él.
"Si no pones a Dios como centro único de tu vida, el mundo te terminará distanciando de Él", "si odias a tu hermano, si le haces daño o le robas lo que es suyo, experimentarás una separación de Dios", "si te dejas llevar por los placeres de la carne, tu cuerpo será tu dueño y tu espíritu su esclavo".

Es una descripción, nunca absoluta, que nos puede ayudar a disponer nuestra mente y nuestro espíritu para que Dios se haga presente en nosotros.
Entonces los hombres dicen: "ésta es la ley de Dios, esto es lo que Dios ordena".
La ley es la forma, la expresión, y la Luz de la presencia de Dios es el contenido.
La forma debe estar sometida al contenido, nunca debe tomar la primacía.

La ley, por sí misma, ni sirve para nada si no es expresión de la presencia de Dios dentro del hombre.
Cuando Jesús llamaba hipócritas a los fariseos no era porque no cumplieran la ley, sino porque le daban la primacía, es decir: No es que al estar Dios dentro de ellos, se vieran impulsados a descubrir en ellos mismos la ley de sus antepasados, sino que por el cumplimiento de la ley pretendían disfrutar de la presencia de Dios en ellos.
Es como si Dios se viera en la obligación de bendecirles por el hecho de que ellos adoptaran unas normas de conducta.

La forma tiende a tomar la primacía y a someter al contenido. La ley tiende a imponerse como máxima expresión de Dios, y deja en un segundo plano la verdadera experiencia que nos lleva a la salvación: el encuentro interior, profundo, auténtico con el Señor. 


De igual modo las iglesias, expresión física, visible del Reino, se erigen a sí mismas como "verdaderas", en el intento de arrebatarle al Reino su primacía.
El Reino es el verdadero contenido de la institución erigida por Cristo, las iglesias no son más que la forma, la expresión imperfecta de una realidad a la que debería estar sometida y contra la que muchas veces se rebela.

Los hombres se encuentran con Dios, descubren su Luz, se transforman en expresión de Dios mismo. Entonces, por afinidad espiritual, tienden a reunirse, a congregarse para compartir, para alabar a Dios, para enriquecerse y mantenerse firmes en la voluntad divina.
Esta es la expresión física, visible, de la Iglesia de Cristo en la tierra.
Cada hombre que se ha encontrado con Dios no es parte o miembro de una iglesia, sino que expresión de toda la Iglesia, porque en el Cielo, las cosas no se yuxtaponen para formar algo más grande, sino que se identifican, de tal modo que el Todo se manifiesta en la parte, y en la parte está contenido el Todo.

Muchos jerarcas dicen: "Hay que hacer la voluntad de Dios, que se manifiesta a través de la iglesia". Esto no es exacto. Lo correcto sería decir: "Hay que hacer la voluntad de Dios, y de esta manera pasaremos a formar parte de la Iglesia".
Tal y como estos jerarcas lo exponen, estamos destacando la supremacía de la ley, que viene afuera y que es forma y no contenido, y estamos relegando a un segundo plano la vivencia personal del encuentro con Dios, que nace del interior profundo de cada hombre. 


Mas, ¿cuál es la voluntad de Dios?, ¿cómo descubrir al verdadero Dios de Abraham, Padre de Jesucristo y de todos los hombres? El Maligno siempre estará al acecho, intentando desviar hacia él los ojos de los hombres que buscan a Dios.
Los hombres se reúnen en asambleas en las que Jesucristo hace acto de presencia. Estas son las iglesias, los grupos religiosos, en los que unos a otros se ayudan y se protegen. Estas iglesias han sido instituidas por los hombres, pero con el beneplácito y la protección de Dios. Son el vehículo necesario para alcanzar el Reino.

Estas iglesias están delimitadas por doctrinas, normas, tradiciones, miembros y templos. No por pertenecer a ellas se es ya hijo del Reino, ni tampoco todos los hijos del Reino pertenecen necesariamente a alguna de ellas.
La verdadera Iglesia de Cristo no está al alcance de nuestra mirada, ni existe una doctrina que la sostenga en su unidad. Es de naturaleza celestial.

Jesucristo mandó atar y desatar, perdonar y retener. Los hijos del Reino conforman y dirigen el universo entero, porque los anhelos de los hombres que se han unido plenamente a Dios tienen prioridad sobre todos los anhelos de los hombres del mundo. El que escucha las palabras de los hijos del Reino, escucha a Dios, y el que escucha a Dios y lo acepta como único Señor, queda perdonado de todos sus pecados. En cuanto al que se obstine en no escuchar, Dios no puede arrancar de él su pecado a la fuerza, porque es condición necesaria que él reconozca a Dios como único Señor a través de las palabras de los hijos del Reino. ¿Cómo perdonar al que no quiere ser perdonado? 


Todo lo que existe es providencial y todo lleva a Dios. Sólo es necesario levantar los ojos al Cielo.
Iglesias llenas de errores, actitudes farisaicas en las que los formalismos predominan sobre la autenticidad el Amor. Pequeñas iglesias y grupos que se independizan pensando que ellos solos, sin la comunión estrecha con el resto de los hermanos, pueden alcanzar a Dios sólo porque, a juicio de ellos, predican una doctrina verdadera.

Sin embargo esto no es sino expresión de una realidad espiritual que se está formando por encima de nosotros. El Reino crece a medida que los hombres se entregan a Dios y mueren plenamente al mundo, por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
Este Reino llama a los hombres, y ellos buscan, se congregan, estudian las escrituras, intentan extraer de ellas las leyes más puras que les permitan acceder a este Reino que no ven, pero que sienten muy cerca de ellos.

Ni la iglesia más desviada es digna de desprecio, porque con los errores de los hombres Dios hace milagros más grandes que con los aciertos cuando en estos hombres hay verdadero Amor y entrega.
Todas las manifestaciones espirituales de la tierra están predestinadas a entenderse y unirse en Jesucristo. Porque lo que las separa es perecedero, y lo que las une es eterno.