KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

17

   

IGLESIAS

     

homosexualidad

CONTROVERSIA SEXUAL


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  El universo entero se desplaza hacia dentro y hacia afuera en la mutua búsqueda interminable de lo masculino y lo femenino.
Incluso la parusía viene comparada a una boda, un Esposo y una esposa. El Cielo parece ser símbolo de lo masculino (así también lo entienden los chinos), y la tierra, de lo femenino: El encuentro de Dios y los hombres es el encuentro del Amado con su amada...
Nada hay en el universo que no contenga ambos principios, masculino y femenino, y sin embargo nada hay que exista en la “plenitud sexual cósmica”, sino que la insatisfacción está presente en todo, y esta insatisfacción mantiene todo en continuo movimiento. 
 

Todos somos “iglesia”. Un cura no es más “iglesia” que cualquier otro cristiano, pero se caracteriza por una cosa: Es testigo de los valores plenos del Reino de los Cielos.
La homosexualidad es de por sí limitada, no puede alcanzar la plenitud, porque es necesario que la sexualidad, de un signo u otro, haya impregnado la totalidad del ser, y entonces también será posible la entrega sin límites al sexo contrario: Lo que hay en mí de femenino, yo no se lo puedo entregar a una mujer, ni ella me podrá entregar a mí lo que en ella haya de masculino.
Hay algo que está claro, la heterosexualidad es signo o expresión de la unión plena y verdadera entre el Cielo y la tierra: Dios y los hombres, Cristo y su Iglesia.
Por eso los que pretenden ser portavoces o testigos de los valores eternos, deberían intentar observar en sus vidas la dirección hacia la plenitud en todos sus actos.

La palabra “escándalo” significa en su origen “tropiezo”. Un hombre tropieza cuando va caminando en una dirección, y el camino se termina antes de haber alcanzado la plenitud. 


La visión objetiva de la realidad de las cosas y los valores eternos del Reino son dos cosas que no se identificarán sino hasta el final de los tiempos. Mientras tanto, siempre serán cosas diferentes. Pero hay que cuidar mucho de que las prisas por esa identificación nos lleve a manipular ninguna de las dos cosas.
La ilusión, el idealismo que resulta de una visión ofuscada de los valores del Reino puede llevar como consecuencia una deformación de la realidad con el objeto de forzarla a parecerse a algo que no es, porque el tiempo de que sea no se ha cumplido.
Esto es, negarse a reconocer las propias miserias, porque el reconocimiento de éstas nos sitúan en una evidente distancia con los valores eternos. Esta ceguera trae también como consecuencia una condena sin contemplaciones a todo aquello que no se acomoda a nuestra visión de cómo deberían ser las cosas. El moralismo, el legalismo y la intransigencia.

Por otro lado es posible caer en el error contrario: dejarnos cegar por el propio objetivismo, es decir, de tanto abrir los ojos a la mísera realidad en la que nos encontramos, se pierde todo ideal, los valores eternos del Reino se acomodan, se rebajan y se hacen más asequibles a la limitación humana.
De esta manera el hombre se siente aceptablemente “bueno”, a pesar de sus errores, porque la misericordia divina le ayuda a acomodarse en sí mismo en lugar de impulsarlo a la búsqueda de ideales cada vez más elevados.

Las cosas en el mundo son imperfectas, y esa imperfección es combustible del fuego de la santidad. El discernimiento profundo entre la realidad tangible y los valores del Reino debe ser constante:
Hay que aceptar la realidad, pero no hay que conformarse a ella. Hay que reconocer nuestras miserias, pero no podemos rebajar hasta la miseria los valores del Reino. Los valores del Reino siempre quedarán allá, en lo inalcanzable, como una estrella que guía un barco, que por mucho que navegue, nunca la alcanzará.

Cristo nunca relativizó los valores del Reino ni los condicionó a la casuística. Él simplemente perdonó hasta el límite, pero no llamó a nadie “bueno”:
“¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.”
Los valores eternos del Reino están y siempre estarán (mientras el tiempo nos someta) en la altura inalcanzable de una estrella lejana.
Hay que mirar a esa estrella sin perder al mismo tiempo de vista nuestra propia limitación. Y eso es difícil y es ahí donde el ser humano se rebela. Porque el ser humano tiene mucha prisa de que las cosas sean ya como deberían ser. Y eso no es decisión de nadie sino de Dios.

Curas homosexuales ¿he dicho yo algo en contra alguno en concreto? Seguro que la mayoría tiene una sensibilidad privilegiada.
Sin embargo, eso no puede llevarnos a desviar la mirada de la estrella que nos guía.
Dios los hizo hombre y mujer, y se unirán y formarán una sola carne. Porque se complementan desde lo físico, pasando por lo psíquico hasta llegar a lo más profundo de lo espiritual.

Mujeres curas. Me parece que la iglesia está tardando mucho en aceptar esa evidencia: La mujer, y eso se ha demostrado a lo largo de la historia, tiene una capacidad espiritual igual o superior a la del hombre. ¿Qué puede impedir que una mujer sea cura? Yo no veo ningún impedimento, ni creo que de mi anterior mensaje se deduzca tal cosa. Esto ni siquiera sería una acomodación de los valores del Reino, al contrario, supondría una mayor plenitud en el conocimiento de estos valores.

Sean nuestras palabras “sí, sí, no, no”, todo lo que pase de ahí viene del maligno.
La Verdad es tal cual es, y eso no significa que, porque nuestra realidad limitada no se acomode a la Verdad, ya esa Verdad no exista, o haya que violentarla para que la podamos palpar.
Con lo que somos, tal cual somos y con nuestras limitaciones, hemos de caminar hacia Dios. Pero si situamos a Dios a la distancia del tiro de una piedra, ¿qué Dios es ése que tiene que resignarse a situar los valores eternos a nuestro alcance, porque si no, ya todo está perdido? 


¿De qué estamos hablando? ¿de los homosexuales o de la homosexualidad?
Si hablamos de seres humanos, entonces yo creo que todos deberíamos estar de acuerdo en una cosa: No debemos juzgar a nadie, todo ser humano debe sentirse integrado y amado tal cual es, porque tal cual somos Dios nos ama.
Pero no debemos corregir el concepto de homosexualidad para que esta integración sea plena.

La integración debe estar sostenida por el Amor, no por la ley. Si la integración y la aceptación del prójimo estuviera sostenida en la ley, nadie tendría derecho a estar integrado en ninguna parte ni a ser aceptado en la totalidad de su ser.
La integración por medio de la ley se basa en el juicio: Creamos una ley que justifique la homosexualidad para que los homosexuales queden integrados.
Esto es un error muy grave.

La homosexualidad es una desviación. Cuestionar este punto de partida es dar palos de ciego. No fue creado el universo con tres signos sexuales, sino con dos, y ambos se complementan mutuamente.
Pero si fuéramos a aplicar la ley ante todas las desviaciones que el ser humano experimenta continuamente, ¿quién quedaría justificado?: Nadie.

La limitación, la desviación, la debilidad, lo “antinatural” de nuestra propia naturaleza, eso es lo que nos lleva a la lucha diaria, y a implorar la misericordia de nuestro Padre celestial que, a través del Hijo, todo lo cura, todo lo justifica, todo lo obvia, pero ¡no en la Ley, sino en el Amor!
Para eso murió Cristo en la cruz.