KYRIE ELEISON

     

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21

   

IGLESIAS

     

evangelios apócrifos

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  El tema de los evangelios apócrifos es algo que siempre me ha llamado mucho la atención. Y yo creo que, como a mí, a la mayoría de los cristianos que tengan una cierta inquietud por conocer y profundizar en la verdad.
Del conjunto de estos evangelios, he leído mucho, aunque no los he leído en su totalidad. Ciertamente en la mayoría de ellos encuentro la anécdota pero no encuentro el mensaje. La realidad o irrealidad histórica de estas anécdotas no es lo que me lleva a relegarlos a un segundo plano, sino la dimensión trascendente de la propia anécdota. No importa que sea cierta o falsa, la pregunta es, ¿qué me enseña del mensaje cristiano?

Pero esta misma idea se puede llevar también al caso de los evangelios reconocidos. Este reconocimiento no se debe al hecho de que todo lo que en ellos está relatado sea necesariamente concordante con la realidad histórica, sino porque la enseñanza que en estos hechos subyace concuerda con el verdadero mensaje cristiano.
¿Realmente el ciego llamó a Jesús y Él le puso barro en los ojos...? ¿Ocurrió históricamente así? Esto no es relevante. Lo auténticamente relevante es la toma de conciencia de que nosotros estamos ciegos, y que Jesucristo puede abrirnos los ojos. Y específicamente los ojos del espíritu, que son los que nos permitirán ver el Camino de la salvación.
El milagro físico no es importante, es un símbolo y nada más; no tiene otra trascendencia. Lo realmente eterno, lo que no pasará aun después de que el Cielo y la tierra pasen, es la Palabra viva de Cristo, que no está reflejada en ningún libro ni escrita en ninguna lengua, sino que Él la escribe una y otra vez, sin descansar ni desfallecer, en los corazones de todos aquellos que le invocan de corazón.
Y los evangelios, sin lugar a dudas, nos pueden ayudar a descubrirla.