KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

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ECUMENISMO

     

semana ecuménica

ANHELO


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  ¿Realmente hay una inquietud generalizada por la unidad de los cristianos?
A veces, en efecto, hay iniciativas en las que se dedica tiempo de oración comunitaria y otras actividades para propiciar este reencuentro. Y también son muchos los cristianos que circunstancialmente se unen a estas propuestas, pero lo realmente complejo es la toma de conciencia de que una unidad formal no sirve de nada: Hoy es y mañana se vuelve a deshacer, porque las formas son siempre cambiantes, y la manera de pensar nunca puede ni debe ser uniformada.
Llegar al fondo de la cuestión es reconocer sinceramente que Dios está por encima incluso de mi propia iglesia.
Si bien cada iglesia es una comunidad que ayuda al hombre en el Camino hacia el Padre, no se debe confundir el Camino, que es uno sólo, con la ayuda que esa iglesia le brinda para caminar.

Cuando los seres humanos se reúnen en grupos cerrados, aparece inevitablemente una “conciencia superior” que condiciona a todos los miembros de cada grupo.
Todo grupo humano busca mantener su integridad defendiéndose de cualquier idea que pueda ocasionar la división entre los miembros y la dispersión consiguiente del propio grupo: Es más importante la integridad del grupo que la Verdad; si hay que sacrificar la Verdad por el bien del grupo, se hace. Y, en el caso de las iglesias, muchos creen que así le están dando culto a Dios.
Éste es un fenómeno social que se produce desde los grupos más reducidos, la familia, el círculo de amigos, etc., hasta los niveles más elevados de cultura, etnia, estado, patria, e iglesia.

Las iniciativas ecuménicas que parten de las propias instituciones son positivas, pero yo creo que el verdadero ecumenismo debería ser una inquietud personal, que brote del corazón de cada cristiano, y ahí sí que habría sin lugar a dudas un resultado eficaz.
Las iglesias cristianas son a menudo utilizadas como torres de marfil donde se crea un ámbito de solidaridad que tiene mucho de irreal en la medida en la que no está conjugado con el resto de la sociedad y, principalmente, con el resto de las iglesias cristianas.
Pero llegados a este punto, nada se puede hacer, pues Dios es el único que puede suscitar esta inquietud solidaria en el corazón de cada ser humano.
¿Quién es capaz de reconocer la providencia divina en el derrumbamiento de su torre de marfil?