KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

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ECUMENISMO

     

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RECONCILIACIÓN


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  "Pero la unión con los protestantes, decía Juan XXIII, no puede venir del sacrificio de parte de la verdad, sino de un profundizar más en el conocimiento de la verdad."
Tiene toda la razón. Vamos a intentar profundizar un poco más en el conocimiento de la verdad.
 

La predicación de Jesucristo a lo largo de toda su vida pública estuvo centrada en el anuncio de la institución del Reino de los Cielos. En numerosas parábolas Él hace comparaciones sugerentes que despertaran en el pueblo la comprensión de la naturaleza de ese Reino, que estaba ya muy próximo, y que comenzó a existir desde el momento de su resurrección.
Sin embargo, huye de la multitud que quiere proclamarlo rey, que quiere ver en Él un líder a la manera del mundo, y en muchas ocasiones dice explícitamente que su Reino no es de este mundo.
Podía haber aprovechado su fama y su capacidad para congregar multitudes, y haber instituido una iglesia, en el sentido de una religión. Como hizo Mahoma y también hicieron otros maestros de la antigüedad.

Sin embargo Él no hizo hincapié en el hecho de la asamblea como reunión de creyentes en una doctrina, y se esforzó en hacer comprender que su mensaje iba encaminado a realizar un cambio interior en el hombre. La asamblea humana había de ser consecuencia del cambio interior en tanto que aquellos que habían alcanzado la comprensión espiritual del Reino y habían volcado sus vidas en él, quedaban ya unidos por un lazo de Amor invulnerable.
Sólo al final de los evangelios Cristo habla de "Iglesia", pero yo no creo que esa palabra deba ser entendida al margen del resto de su predicación.
"Iglesia" es reunión, asamblea. El Reino de los Cielos es también una asamblea.
¿Qué fundamento serio puede llevarnos a considerar que durante toda su vida pública Cristo haya hablado de un Reino que no es de este mundo, y al final, en una sola palabra, pretendiera erigir una institución religiosa?


Si Cristo advierte a sus discípulos que no se dejen llamar "doctores", ni "maestros" ni "instructores", las palabras dirigidas a Pedro como piedra sobre la cual edificar su Iglesia, no se debe entender como la concesión de una jefatura terrenal, sino más bien como el cimiento de una construcción celestial. Y este cimiento es la fe que brota del interior como revelación directa del Padre.
Pedro dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo".
Esto no fue revelación de la carne ni de la sangre, sino del Padre que está en los Cielos.
Al primer apóstol que fue iluminado por el Padre, Cristo le da potestad para atar y desatar con el beneplácito del Padre. Atar y desatar es lo mismo que tener las llaves del Reino de los Cielos.

Cuando todos los apóstoles estaban reunidos en el cenáculo y Cristo llegó para infundirles el Espíritu Santo, a todos les dijo lo mismo que le había dicho a Pedro: "Lo que atareis en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desatareis en la tierra quedará desatado en el Cielo." Atar y desatar con el beneplácito del Padre es lo mismo que tener las llaves del Reino de los Cielos.
No parece que aquí Cristo hiciera ninguna distinción entre Pedro y el resto de los apóstoles.

Esta idea se complementa con esta otra: "todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo que sea, tened por seguro que se os concederá."
No son ideas esencialmente distintas, sino la misma idea expuesta desde dos ángulos.
Si un verdadero cristiano recibe del Padre todo lo que pida en el Nombre de Cristo, está atando y desatando. Estando el hombre en la Verdad, en íntima unión con el Padre por medio de Jesucristo, la expresión visible que quiera darle a esa Verdad interior siempre gozará del beneplácito del Padre.
Tampoco hay aquí una distinción jerárquica entre los apóstoles y cualquier verdadero cristiano.

¿Sería posible que un cristiano esté atando lo que otro está desatando? ¿A cuál de los dos escuchará el Padre?
Por eso dice Cristo: "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado", es decir dando la vida por sus hermanos. De esta manera se cumple: "... para que sean uno como nosotros somos uno; Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectamente uno, ..."
Lo que es perfectamente uno, no puede contradecirse a sí mismo.


El mandamiento principal de la antigua ley tiene dos dimensiones, pero es uno solo.
Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, son dos cosas que se implican la una a la otra.
En la antigua alianza, el hombre tenía que cumplir la ley.

En la nueva alianza, la ley se cumple en el hombre:
Ya no se trata de amar a Dios sobre todas las cosas, se trata de que Dios mismo va a habitar en el interior del hombre. Hace allí su morada. Es la culminación del Amor de Dios.
Pero al igual que en la antigua alianza, esto no se podía cumplir sino en el amor al prójimo, ahora este Amor al prójimo queda también sublimado: "amaos los unos a los otros como Yo os he amado". No como el hombre se ama a sí mismo, sino como Dios le ama a él.
Pues habiendo hecho Dios morada en su interior, la expresión de su presencia en él le lleva a amar hasta dar la vida.

El que ha alcanzado el verdadero Amor, ha entrado en el Reino de los Cielos, y aunque físicamente muera, no morirá eternamente, sino que será resucitado porque el Reino no tiene fin.

Para explicarnos con signos el significado de su enseñanza, Jesús instituye la eucaristía. La imagen de "comer su cuerpo" y de "beber su sangre" es la imagen de alimentarse de Cristo hasta identificarse con Él.
El Cuerpo simboliza el Amor recibido del Padre, la Sangre simboliza la entrega de ese Amor a los demás.


La expresión terrenal de la asamblea celestial se dio desde un primer momento. La pequeña comunidad que Cristo formó con sus apóstoles es signo de que este Reino debía de tener una manifestación visible en el mundo. Pues sólo desde esa expresión visible se puede practicar el verdadero Amor y se puede dar testimonio de la Verdad, para que los hombres vean y crean que Cristo es el Mesías.
Jesús recomienda la oración comunitaria y mantiene en la unidad lo que el Padre le dio.

Pero esta asamblea terrenal poco a poco va dejando de ser expresión de la realidad del Reino, y va imponiéndose como realidad en sí misma.
Esto es el inicio de una transformación en la que el Reino es desplazado cada vez más, como una realidad futura relacionada con el juicio final, y la asamblea terrenal pasa a ser la verdadera institución cristiana.

Interpretaciones bíblicas desafortunadas mezcladas con la tendencia natural del hombre a asirse a las cosas visibles, terminaron por convertir el cristianismo en una religión.
Se vació todo el contenido trascendente de la predicación de Cristo, y se adoptaron sus Palabras como nuevas leyes que cumplir.

Luego se forma una cúpula eclesiástica, mediadora entre Dios y los hombres, que es como una barrera que impide que el hombre pueda acceder a Dios si no es en el cumplimiento de los preceptos decretados por esa cúpula.
Aparecen los dogmas, y una larga lista preceptos cuyo incumplimiento supone una ofensa a Dios.


Yo creo que el ecumenismo debería empezar por purificar la idea de lo que es un verdadero cristiano, integrante real del Reino de los Cielos.
Quizá, en esta purificación, muchos cristianos que están separados por las instituciones se verían nuevamente juntos.