KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

35

   

ECUMENISMO

     

verdad y unidad

RECONCILIACIÓN


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  Dios no envía a ningún hombre a ninguna misión. Dios simplemente pone la Verdad ante sus ojos, y ese hombre actúa en consecuencia: Entonces el Señor le guía en sus caminos, porque los caminos del hombre que tiene la Verdad ante sus ojos, y los caminos de Dios son la misma cosa.
La Verdad no se manifiesta como conceptos racionales situados en la mente, sino como inquietud y convicción situadas en el corazón. Entonces el hombre debe responder a la llamada divina.

La Verdad nunca rompe ni deshace, porque la Verdad siempre lleva a la unidad, a la conciliación: Pero siempre que la Luz se hace presente, es para que esa unidad se logre a un nivel superior, y eso conlleva la disolución de aquellas pequeñas unidades enfrentadas entre sí. Las cosas se deshacen, se desvinculan para dar paso a un orden superior, más amplio, más pleno. Nunca destruye, ni margina ni excluye, siempre concilia, pero no se puede conciliar sin la presencia de la humildad: Nadie que se crea sabio puede aprender; el que crea estar en la Verdad, ya se ha alejado de ella.

Hombres supuestamente sabios y seguros de sí mismos no pueden unirse para generar algo superior a cada uno de ellos: Son individualidades inexorables, pertenecen al reino de la oscuridad. Dios no está entre ellos.
Pero el hombre verdaderamente sabio está siempre a la escucha y no solidifica ninguno de sus conceptos, porque sabe que los conceptos no son más que el cascarón de la Verdad: Debe poder romperse cada vez que sea necesario, porque la misión de los conceptos es la de proteger y simbolizar la Verdad, pero no aprisionarla ni condicionarla.
Esta realidad tan sencilla, tan evidente, que está nítidamente expuesta a los ojos del hombre iluminado por Dios, sin embargo siempre será heterodoxia para los hombres que pretenden acaparar en sus sólidas estructuras la Verdad divina.

Los conceptos, la iglesia, el hombre, son realidades concretas que deben renovarse continuamente para poder ser símbolo eficaz de la Verdad ilimitada. Porque Dios es movimiento, búsqueda, encuentro. Si no somos capaces de despojarnos de nuestras corazas y quedarnos en carne viva, entonces Dios, que nunca se detiene, continuará sin nosotros y seremos atrapados por el rey de la oscuridad, que se apodera de todo lo que queda estático porque lo puede encajar en su reino rectilíneo e inexorable.
Ninguna verdad, por afortunado que sea su hallazgo, debe ser anclada en una expresión precisa e indiscutible: por el contrario, es la parábola, es la alusión a lo inexpresable lo que debe llamarnos la atención.


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No son los hombres sencillos de corazón y llenos del Espíritu de Dios los que propician la división entre las iglesias. Tampoco de los místicos impregnados de la sabiduría divina ha nacido ninguna escisión entre grupos de la iglesia. Toda división, todo cisma parte de las instituciones eclesiásticas, de las jerarquías, de los supuestamente versados en leyes y normas divinas. Pretenden rebajar lo santo al nivel de lo racional, y lo condicionan al poder de la oscuridad: Allí se manifiestan las individualidades, unas contra otras. Allí es donde cada cosa pretende estar en posesión de la verdad frente a todas las demás.
¿Se trata una descalificación sistemática a las instituciones eclesiásticas? Desde luego que no, se trata de iluminar la verdad para hacer frente al engaño: Y el engaño está en la división de los cristianos del mundo, y la verdad es que las instituciones eclesiásticas son la causa de toda división, no como un hecho puntual del pasado, sino como una actitud sostenida en el tiempo, manteniendo divisiones en la intransigencia y en el férreo empeño de no querer despojarse de aquello que hace daño: Consideran más importante conservar unas tradiciones, unas normas doctrinales, unos dogmas disecados, que barrer con todo lo postizo para lograr verdaderamente el encuentro en el espíritu: Soplar como el viento, que nadie sabe ni de dónde viene ni a dónde va, porque la Verdad le ha hecho libre.