KYRIE ELEISON

     

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IMÁGENES

     

perdón y libertad

EL PERDÓN


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  El tiempo no se detiene y todo lo renueva continuamente.
Las cosas parece que permanecen, pero eso es una ilusión producida por la necesidad esencial humana de eternidad. En realidad en cada instante aparece un nuevo mundo, un universo distinto.
En esta renovación incesante todo se desplaza desde el instinto de conservación, hacia el Amor; desde la necesidad oprimente de permanecer, hacia la libertad de trascender.
Y la trascendencia de las cosas se produce en el encuentro de unas con otras.
En el encuentro trascendente, la permanencia de la individualidad es ofrecida y sacrificada en el hallazgo de que el Amor es más estable que el tiempo, y de que, en el Amor, el tiempo no mata sino que edifica.

Todo aquello que no se desplaza en armonía con el tiempo y la renovación, se corrompe y desaparece desechado por el devenir cósmico.
El pasado ya no existe, sólo existe el presente. ¿Qué nos ata a ese pasado inexistente?: El rencor y el odio. La permanencia buscada en la individualidad y no en el Amor.
El rencor y el odio nos sitúan en la inexistencia, y de la inexistencia nace la corrupción, y de la corrupción la verdadera y única muerte: la exclusión del santo ‘ahora’.

El perdón es la salida de la inexistencia y la inclusión en el santo ‘ahora’, donde todas las cosas caminan al encuentro trascendente de unas con otras.
Y el que perdona, es perdonado, el que sale del rencor y del odio, es integrado en el Amor, y ahí no hay cuentas pendientes, porque en cada instante todo pasado queda olvidado y no hay otra inquietud que adherirse a ese flujo que lleva a Dios, porque es de Dios.

El hombre que perdona al prójimo, le libera y se libera también a sí mismo.
Y si el tiempo no se detiene, el perdón tampoco.
¿Cuántas veces, pues, hay que perdonar?: Setenta veces siete.
 

En el perdón está la conversión, pues no puede haber perdón si no hay conciencia de la injusticia. La injusticia es el resultado de la búsqueda de la permanencia en la individualidad, rechazando la renovación trascendente donde la individualidad es sacrificada.
Cuando el hombre reconoce su propia injusticia, alcanza del perdón divino. ¿Qué es el perdón divino?:
La conversión y el perdón divino son la misma cosa, es la capacidad de, viendo el propio mal, poder perdonarse el hombre a sí mismo.

En el perdón está la justicia, pues lo que permanece en el Amor se mantiene en la Vida, y lo que se aferra a la individualidad se consume en la inexistencia. El tiempo lo deja atrás: El que no entrega su vida, la pierde.
Por eso la justicia es eterna, porque el tiempo siempre fluye. El santo ‘ahora’ nunca se podrá detener en el pasado.

La individualidad busca la permanencia dentro del tiempo.
La trascendencia en el Amor busca la permanencia en el santo ‘ahora’.
El tiempo se va, el santo ‘ahora’ permanece eternamente.
El que ama no muere; el que se aferra a la injusticia, se extingue.
Por eso la justicia es eterna.

¿Acaso la eternidad puede estar fuera del tiempo?
La eternidad no es un tiempo que se prolonga indefinidamente. No está en el futuro, no existe en el pasado.
La eternidad es la manifestación plena del santo ‘ahora’.
En el perdón el ‘ahora’ se santifica. En el perdón ya estamos experimentando la eternidad divina.