KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

55

   

ESPIRITUALIDAD

     

San Francisco de Asís

ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN


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  Ese Dios que no está encarcelado en los templos, sino que se desplaza libre por toda la Naturaleza, que todo lo llena, que hace soplar su Espíritu sobre todas las cosas impregnándolas de su Belleza, ése es el Dios que me habla, ése es el Dios en el que yo creo.
Me es imposible observar los animales y las plantas, las montañas y los abismos, sin acordarme de mi Dios.
¿Qué queda fuera de Él? ¿Qué cosa puede escapar de su Amor?
Lo cierto es que nada de la Naturaleza intenta escapar del Amor de Dios sino el ser humano: El que más ha recibido del Cielo es justamente el que reniega de Dios.

No soy muy dado a la veneración a los santos. Y no por cuestiones de tipo doctrinal, ni porque me haya leído las escrituras y haya descubierto alguna “ley divina” que prohiba la veneración a los santos. Simplemente huyo de toda intervención e intercesión que no sea la de Cristo mismo. Sólo en Él confío.
Sin embargo creo en el testimonio de hombres que han vivido conforme los valores evangélicos y han descubierto a través de ellos un mundo inmenso, inabarcable, donde Dios se les ha hecho presente en todas las cosas.
Tal es el caso de San Francisco de Asís.
Saber que él existió, y que su Amor en la debilidad triunfó sobre la imposición por la fuerza, eso me llena de confianza. Mas no confianza en él, en el santo, sino en Aquél que le protegió y le iluminó: El Cristo.

Quizá el término “santo” no sea muy de mi agrado cuando se le aplica a los seres humanos, a no ser que redefinamos el término: “santo” es todo aquél que se haya puesto íntegramente en manos de Dios. Y nada más.
Yo prefiero el término “testigo”. San Francisco de Asís fue testigo vivo de que las promesas de Cristo, todas, se cumplen. Para gloria de Dios.