KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

56

   

ESPIRITUALIDAD

     

vida monacal

ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN


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  Los orientales se alejan del mundo para encontrarse con la eternidad. Lo inmutable, lo que no cambia sino permanece, ése es el símbolo de la eternidad.
Aunque estos valores de inmutabilidad se dan también en el concepto judeocristiano de Dios, tienen sin embargo otra dimensión.
El encuentro con lo inmutable no nos lleva al reposo sino al movimiento:
Abraham deja su casa y se pone en camino.
El pueblo hebreo sale de Egipto y se pone en camino.
Los antiguos profetas dejaban sus quehaceres y se ponían en camino.
Jesucristo, en su vida pública, no se detuvo demasiado tiempo en ningún lugar. 

El símbolo de lo eterno y estable lleva al movimiento. La plenitud del ser, que se encuentra en la eternidad, fuera del tiempo, sin embargo se funde con el movimiento, que es símbolo de lo pasajero, de lo mutable, finito y mortal. 

La vida monacal, que tiene mucho sentido dentro de las religiones orientales, no lo tiene tanto en el cristianismo.
No se enciende una luz para esconderla bajo el celemín ni nace un santo para guardarlo en un monasterio.
¡Hay mucho trabajo fuera! ¿Qué clase de Amor es ése que lleva a un hombre a huir de la injusticia y despreciar la muerte en la lucha permitiendo que sea el tiempo el que le robe la vida? Si la vida no se entrega, se pierde. 

Jesús nos demostró que para llegar al Padre hay que entrar en el mundo y atravesarlo. La dirección del camino es justamente en el sentido contrario que los orientales, que piensan que pueden deshacerse del mundo sólo por huir de él.
Nada puede alcanzarnos y atraparnos sino sólo aquello de lo que huimos.