KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

71

   

VERDAD INTERIOR

     

el deseo

NECESIDAD Y FE


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  La satisfacción en lo cercano de las inquietudes eternas del hombre es lo que le hace heredero indigno de las promesas divinas. Satisfacer todos los deseos humanos es como edificar una cabaña al borde del camino y desviar la mirada del horizonte.
El hombre de Dios reserva para Él la satisfacción plena de sus inquietudes y deseos más profundos. No edifica ninguna cabaña de madera, todo lo más abre una tienda de lona para pasar la noche, tienda que vuelve a cerrar a la mañana siguiente. No come hasta quedar ahíto, porque tiene que andar ligero en un camino que es muy largo.
No busca la razón de su vida en su pareja porque sabe que la pareja humana no es sino un símbolo, imperfecto y limitado, de la unión entre el Cristo y la esposa.

¡Si el hombre pudiera dejar insatisfechos todos sus deseos! Parece como si Dios, casi inmediatamente, hubiera de llevarle íntegramente y en plenitud hasta su Reino.
Pero esto no le es posible al ser humano, necesariamente debe consumirse un poco en este mundo para poder continuar su camino hacia el infinito de la eternidad.
El deseo es ese hueco que nos modela y nos transforma. Cada ser humano es según aquello con lo que llena su deseo.
No podemos llenar todos nuestros anhelos sólo de Dios, ¡ojalá fuéramos capaces!
Pero al menos hemos de tomar conciencia de una cosa: Dios no viene a ayudarnos a llenar nuestro vacío interior y exterior según nuestro propio antojo, sino que viene que conformar este deseo humano, este anhelo, para poder hacer Él mismo morada en nuestro interior.

A veces me observo suplicando: “¡Señor! ¿cómo satisfacer esta necesidad que me oprime?”
Pareciera que Él iba a darme esa solución humana de corto alcance que es la que, como el agua del pozo, sólo iba a saciarme durante algún tiempo..., luego volvería a tener sed.
Él me da de otra agua, un agua que mana de Él en mi interior, un torrente que me sacia y ya no vuelvo a tener sed.
Entonces me doy cuenta: Dios no ha saciado mi deseo dentro de mi propia inquietud humana, sino que me ha liberado de él.
Dios libera al hombre remodelando sus anhelos para poder saciarlos Él mismo.
Las grietas del lecho del río seco desaparecen cuando el agua vuelve a correr.
Ya no hay deseo, sólo hay Amor.