KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

81

   

EL REINO

     

nueva alianza

COMO EL VIENTO


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  Hay dos alianzas entre Dios y los hombres, conectadas íntimamente entre sí, pero bien diferenciadas.
La antigua alianza era el pacto de Dios son un pueblo concreto.
Este pueblo estaba unido por lazos de sangre, y estaba regido por unas leyes.
Las leyes sirven para uniformar criterios, para establecer límites en el sentir, en el pensar y en el actuar.
Gracias a estas leyes, gracias a estos lazos de consanguinidad, el pueblo se mantenía unido. No debían mezclarse con otros pueblos ni aceptar nada que de fuera viniera: "líbranos de la mano de los extranjeros cuya boca dice falsedades y con su diestra juran en falso".
Esperaban al Mesías, al rey liberador.

Llega Jesucristo, cumple la ley, y con su pasión, muerte y resurrección abre una nueva alianza, y dice: "No debemos utilizar odres viejos para vinos nuevos... No debemos utilizar retales nuevos para reparar vestidos viejos..."
La ley estaba cumplida por Jesucristo porque la esperanza del pueblo fue satisfecha por Dios. Y esta ley fue sublimada en una nueva alianza.
Ellos habían pedido y Dios se lo concedió: El pacto ahí acabó. Otra cosa es que hayan aceptado o no al Rey que el Padre les envió, pero Dios cumplió su promesa y ya no hay nada que el pueblo judío pueda reclamarle a Dios con más ni menos derecho que cualquier otro pueblo.

La nueva alianza parte de la antigua, pero es en muchos aspectos diametralmente opuesta.
En primer lugar dice Jesús: "No llaméis a nadie 'padre' sobre la tierra, que uno solo es vuestro padre, que es vuestro Padre celestial."
Esto rompe con la idea de gremio, con la idea de "pueblo escogido". Si no hay padre sobre la tierra, no hay tampoco familia en el sentido de "gremio", de "clan". Sea por motivos de consanguinidad, por uniformidad doctrinal, o sea por los motivos que sean.
Y se sube al monte de las bienaventuranzas y predica algo muy distinto a lo que los judíos estaban acostumbrados a escuchar de sus doctores y sacerdotes.
En nueva alianza, la ley es el odre viejo, y el Amor es el vino nuevo.
No hay predicación de Cristo ni interpretación de sus apóstoles que no coincidan en esto. Quien con más claridad lo expuso fue el discípulo amado, San Juan. "Dios es Amor."
Yahvé, ese Dios que en el antiguo testamento mandaba matar sin piedad a los enemigos de Israel en las guerras, se muestra ahora con mucha más nitidez. Muestra su verdadera faz.

"Adorar a Dios en Espíritu y en Verdad".
¿Puede ser el Amor una ley? Porque si es así, esta nueva alianza tiene muy poco de nuevo.
Dice el Señor: "para que igual que Tú y yo, Padre, somos perfectamente uno, también éstos y yo, seamos uno, perfectamente uno..."
El Amor no es una ley, no es una obligación. Nadie puede obligar a amar a nadie, porque esto sólo es válido cuando sale espontáneamente del corazón.
Dios es Amor, el Amor, pues, es la presencia de Dios en nosotros.
"...el Padre y yo vendremos y haremos morada en él..."
Ya no se trata de la obediencia ciega a unas leyes, se trata de seguir el Camino que nos conduce a deshacernos de nuestro "yo", y dejar que Dios mismo ocupe ese lugar, el hueco de nuestro "yo".

El gran problema de las iglesias cristianas, de todas, diría yo, es que tienen un pie en la antigua alianza y otro en la nueva.
Por un lado hablan de Jesucristo como salvador de todos los hombres, por otro lado se congregan en grupos, gremios, iglesias, que pretender ser una especie de "nuevo pueblo escogido". Han tomado un odre viejo: Las leyes, los gremios y los ritos, y lo han intentado llenar con vino nuevo.
El resultado está a la vista:
Iglesias divididas interiormente. Iglesias enfrentadas entre sí, que se condenan mutuamente. Y todas dicen ser "la verdadera".
El vino nuevo ha roto el odre viejo, y se ha desparramado.

Pero la Iglesia que Cristo instituyó existe. ¿Dónde está? ¿cómo se llama?
Éste es su nombre: "El Reino de los Cielos". Que ya tiene su presencia en la tierra, aquí y ahora, y está firmemente asentada. Su unidad es invulnerable porque no está basada en relaciones externas, ni en leyes ni en ritos, sino en una comunión interior, espiritual: la comunión de los santos en Cristo Jesús.
¿Quiénes pertenecen a la Iglesia? Los limpios de corazón. Los que de verdad conocen al Padre, y no sólo por las escrituras, sino que lo conocen personalmente. "Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo quiera mostrárselo."
¿Quién la rige? Jesucristo, sólo Él.
¿Dónde está? En todas partes. En todas las iglesias y en ninguna en particular. Porque no es el "gremio" lo que te da derecho a pertenecer a la Iglesia, sino la presencia de Dios dentro de ti.

Pero los hombres siguen buscando leyes que cumplir, porque no conocen al Padre, porque Dios no ha hecho morada dentro de ellos. Y realizan grandes estudios bíblicos, teológicos, y siguen sin conocer a Dios.
Porque confunden la sabiduría del mundo, que es la acumulación de datos, con la sabiduría de Dios, que está escondida y sólo es revelada a los sencillos, a los humildes, a los limpios de corazón; en definitiva: a los que se han hecho como niños. ¿Niños inflados de estudios bíblicos? No, simplemente niños.