KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

26

   

ECUMENISMO

     

parábola

IMÁGENES Y PARÁBOLAS


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  Un rey tenía siete hijos. A todos los amaba por igual, y ellos permanecían unidos en la casa de su padre.
Un día el rey tenía asuntos pendientes fuera de aquella región y hubo de ausentarse por algún tiempo. Antes de marchar reunió a sus hijos, y les habló diciendo:
"Ahora debo irme y durante un tiempo os dejaré solos. Pero una cosa os pido: que durante mi ausencia permanezcáis unidos, pase lo que pase, que yo volveré y entonces estaremos nuevamente todos juntos."
Los abrazó, los besó y se fue.

Después de algún tiempo llegó una mujer a la casa del rey, y viendo a los siete hijos que estaban ellos solos, se les acercó, los besó y exclamó: "¡Hijos míos!"
Ellos no la conocían, pero ella les mostraba tanto cariño, que terminaron por aceptarla y se decían unos a otros: "Nuestra espera hasta el regreso de nuestro padre será más llevadera en la compañía de esta mujer, que se nos muestra como una madre y que hará de esta casa un hogar confortable."

Un día la mujer, observando la casa del rey, se decidió a hacer algunas reformas para que todo fuera más a su gusto.
Uno de los hijos se levantó y le dijo: "No es así como nuestro padre deseaba que nuestra casa estuviera dispuesta. Mejor dejamos las cosas como están para que, cuando llegue, él reconozca la casa como suya."
Pero la mujer se enfureció y le gritó: "¿Cómo es eso? ¿De modo que vengo a vuestra casa y los trato como a verdaderos hijos, y así me pagáis? Tú no mereces vivir bajo este techo, así que te irás fuera, donde no hay comida ni agua, y cuando tu padre vuelva le diré que te desherede."

Los hermanos quedaron consternados, pero no se atrevieron a decir nada. Y luego comentaban entre ellos: "Quizá la actitud de nuestro hermano no fue la más adecuada..."
Pero pasó algún tiempo y la mujer nuevamente se decidió a hacer reformas aun más importantes en la casa del rey.
Y otro de los hijos se levantó y se lo reprochó: "No debemos cambiar demasiado la casa de nuestro padre, el rey, no sea que cuando llegue no la reconozca como suya."
La mujer se enfureció aun más y le dijo: "Saldrás de esta casa ahora mismo y no te permitiré entrar hasta que no te arrastres a mis pies y me supliques perdón."
Él miró a sus hermanos, pero todos ellos bajaron la cabeza, así que éste salió de la casa de su padre renegando de la mujer y de sus hermanos.

Pasado el tiempo volvió a ocurrir lo mismo, y otro más de los hermanos fue expulsado, de manera que ya sólo quedaban cuatro viviendo en la casa del rey junto con aquella mujer.
Ellos se lamentaban y decían: "No sabemos si nuestros hermanos actuaron bien o mal, lo cierto es que son sangre de nuestra sangre, hijos del mismo rey, y los echamos mucho de menos, ¡qué felices éramos cuando estábamos los siete juntos!"
Pero mientras sollozaban y se lamentaban apareció de regreso el rey, su padre, que los abrazó y los besó lleno de alegría. Ellos saltaban de gozo, pero repentinamente el rey quedó como paralizado, y luego les preguntó:
"¿No tenía yo siete hijos? ¿Cómo es que ahora sólo cuento cuatro?"
Ellos se quedaron muy turbados, y temerosos le respondieron: "Los otros tres ya no están con nosotros porque esa mujer, que dice ser nuestra madre, hacía muchas reformas en tu casa y, como ellos no estaban de acuerdo, ella los expulsó."
Pero el rey les respondió: "Yo nunca prohibí que se hicieran reformas en mi casa, ni tampoco fue con esa mujer con quien yo hablé antes de irme, sino con vosotros, con los siete, y os dije bien claro que pasara lo que pasara permanecierais unidos."