KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

08

   

DENUNCIA

     

ateísmo

LA DECADENCIA DE OCCIDENTE


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  Hay un dios, fruto del desarrollo ideológico, cuya existencia no tiene otra finalidad que mantener al pueblo sometido a un orden social.
Este dios se caracteriza por el moralismo y la obediencia a unas leyes.
La negación de este dios se define a sí misma como ‘ateísmo’, y sin embargo aquí el ‘deísmo’ y el ‘ateísmo’ no son dos cosas esencialmente distintas.
Las ideas pueden influir en la conducta de los hombres según las circunstancias, pero la lucha de las ideas no tiene un contenido moral en si mismo, sino sólo por los efectos que produce.
El ateísmo formal, cuando sólo excluye la idea de este dios justiciero, pero no excluye unos valores morales, es sólo una forma de conceptuar y expresar una realidad, y por lo tanto no tiene relación alguna con la espiritualidad ni la autenticidad del individuo.

El ateísmo enfermizo no es el que niega la idea de este dios, sino el que niega la existencia de unos valores eternos fundamentados en la autenticidad interior y la solidaridad entre todos los seres humanos.
Sin embargo el reconocimiento de estos valores lleva implícito también el reconocimiento del verdadero Dios, tal vez despojado de su figura antropomórfica y de muchos atributos elaborados por las tradiciones religiosas, pero intacto en lo esencial.
 

La dialéctica hegeliana, con su tesis, antítesis y síntesis, parece como si quitara importancia a muchos acontecimientos históricos sólo por el hecho de ponerles una etiqueta y enmarcarlos dentro de una secuencia que, al parecer, se va repitiendo.
Ya los chinos, en el libro de los cambios, habían hecho algo similar, aunque mucho más elaborado y sublime, porque no pretendía mostrar al hombre lo que había de suceder, sino extraer de cada suceso una enseñanza.

Una enfermedad crónica es un proceso químico-biológico, pero el sufrimiento del hombre que la padece tiene un alcance que dista años luz del análisis material del proceso.
Sin embargo, en nuestra cultura “evolucionada”, tiene prioridad el estudio científico de los hechos en sí, como un reto por domesticar la naturaleza, y la realidad humana del sufrimiento en el mundo es un problema de segundo orden.

La ciencia va encontrando remedio para muchas enfermedades, pero los seres humanos nos seguimos muriendo, y nos seguiremos muriendo por mucho que la ciencia evolucione.
¿En mejores circunstancias? La muerte es un acto que siempre se experimenta en solitario, y la mejor circunstancia para morir es cuando se tiene la conciencia en paz.
El hombre no deja de existir sólo porque unos señores muy inteligentes hayan dicho que no hay vida después de la muerte.

Ahora vivimos en una era de “antítesis”, porque esta era está claramente cimentada en el ‘NO’.
La libertad que se pregona no es un hallazgo en sí mismo, sino que se fundamenta en el desprecio por unos valores.
El arte se precia de contradecir sistemáticamente todo lo anterior.
El hombre se define en negativo. Dice: “soy ateo...” ¿Qué es ser “ateo”?
Ser ateo no es nada, porque el ateísmo no es un hallazgo, no se cimenta sino en la negación de otra cosa.

El que se apoya en una negación no tiene esperanzas de supervivencia más allá de lo que su negación se vea refutada.
Los chinos dicen que el mal progresa hasta que consigue destruir al bien, y que finalmente termina por destruirse a sí mismo. Entonces el bien resurge.
De esa misma manera, todo lo que está cimentado en la negación, subsiste mientras subsista la afirmación contraria. Es un afán por destruir justamente aquello de donde se obtiene la propia existencia.

Negar a Dios no es un acto de inteligencia en el que el hombre se deshace de unos mitos del pasado. Éste sería un análisis muy ingenuo, hay un sentido mucho más profundo.
Negar a Dios es negarse a reconocer que existen valores que no nos está permitido mediatizar, ni transformar, ni reconsiderar a nuestro antojo y conveniencia.
Esto no lo tolera el orgullo del hombre contemporáneo.
El hombre, que ha conseguido llegar a la luna, construir bombas capaces de volatilizar el planeta, y muchas cosas más, ese hombre no está dispuesto a reconocer que puedan existir valores que estén por encima de él.
Eliminamos a Dios, y demostramos que podemos, en el nombre de “la libertad”, transgredir toda norma que nos venga impuesta, ¡y no pasa nada!

Lo único que pasa es que esta sociedad occidental es tan ciega y torpe que no es capaz de verse en el espejo del imperio romano en la época de la decadencia (sólo por poner un ejemplo).
La ruina de nuestro imperio occidental, de nuestra cultura decadente, será tan estrepitosa, que no creo que haya habido en toda la historia de la humanidad nada parecido.
Muchos hablan de “era apocalíptica”. A mí no me gustan esos términos. Yo me limito a sentir asco por la mayoría de las cosas que observo.